Cada vez tengo más claro que las anomalías de este país dejadas en herencia por la generación de mis padres y mis abuelos no son eternas. Cada vez estoy más convencido de que mi generación, la que asoma la patita ahora, va a ser capaz de sacudirse esos fantasmas. Y lo va a hacer sin meterse en un fregado como la Guerra Civil. Lo va a hacer sin poner nada patas arriba, con el relativismo como arma y el sentido del humor como escudo. Sin -ismos a los que agarrarse, ni banderas que quemar o venerar y con la convicción enunciada, uno no echa de menos un país. A lo sumo, un barrio, una calle y cinco o seis personas del pueblo. La patria son los amigos, los colegas de siempre. Y no hay lealtades que resistan un círculo más amplio, por eso al Ejército va Rita la Cantaora..
Y que me dicen de la herencia de los príncipes y de las elefantas (Elefanta: no es mi intención ofender es que en Londres hay un barrio llamado Elephant and Castle en honor a la Infanta de Castilla): Jo, qué panorama se nos han puesto con este tema. A ver si se pasa esto y hablamos de gente de la que sí que nos podamos reír y hacer chistes. A veces, la parodia sobra. Con enunciar lo evidente basta para hacer sentir al otro su condición ridícula y fuera de tiempo y lugar. Por más que las revistas del corazón se agoten y por más que las masas se agolpen en la puerta de la clínica, frases como ésta hacen visible a una parte muy importante de mi generación que vive el asunto monárquico, en el mejor de los casos, como algo ajeno, incómodo y trasnochado. Creo que cualquier persona o institución puede soportar la parodia y el sarcasmo, pero muy pocas aguantan que les pongan un espejo delante que les diga los ridículas que resultan. No hay afán rupturista en ello, pero es mucho más rompedor que una manifestación republicana en la puerta de la Zarzuela. Para estas elecciones municipales que se vaticina mucha participación debido a la cacareada crispación debido a los intereses personales de unos y otros. Yo no creo que vaya a ser así, creo que vivo en una sociedad más pasota y madura que lo que nos venden los medios de comunicación. Creo que vivo en una sociedad cada vez más ligada a sus pequeñas lealtades. Algunos definen esto como el resultado de la quiebra de valores propia de un mundo sin referentes religiosos ni ideológicos. Yo lo llamo normalidad e inteligencia individual. Es inteligente, dado el poco tiempo que vivimos, valorar más una caña en un bar con nuestros amigos que los trotes del Cid Campeador o el fracaso de la política realmente existente, pues no hay comparación.
Ayer escuché a un tertuliano: "Es interesante de que España presidiera la Unión Europea, porque se está debatiendo sobre ideas y algo raro de refundar Europa". Al margen de que me parece discutible eso de que se debaten nuevas ideas -porque ni son Rousseau, ni kant,ni Ortega y Gasset-, a mí no me parece interesante, sino un paso atrás. Joder, si hemos sufrido las de Caín en el pasado para dotarnos de sistemas democráticos fuertes fue para ahorrarnos debatir sobre ideas y estar refundando los cimientos de nuestra convivencia cada dos por tres. Si ya nos partimos la cara para crear unas instituciones sólidas que no fueran cuestionadas por cada partido nuevo fue para poder dedicarnos a las cosas que realmente nos importan: nuestras vidas, nuestros amores de la calle de La Plata, las tonterías de nuestros amigos, la última película de Scorsese o el próximo disco de Alejandro Sanz.
Hace poco, un pesao de una radio local, lamentaba que el nivel político en Los Barrios le recordaba a Barrio Sésamo,... se refiera a que sólo a los políticos les preocupa más como a quedado la Belén Esteban que a su propio pueblo. Pues a lo mejor no. Y me parece que es una de las cosas que hacen que vivir aquí sea una maravilla. Sinceramente, no me apetece recuperar el legado del Carlos V, si es que dejó algún legado. Por eso, desde hace tiempo, empiezo a leer los periódicos por detrás, que es la única parte realmente interesante, donde está la gente que mola, la que escribe, pinta, rueda o salva vidas con sus investigaciones sin preocuparse del amarilleo de la portada.
Los pesimistas dirán que este estado de cosas crea una ciudadanía adormecida y de fácil manejo. Es un riesgo que hay que asumir, pero no creo que los continuistas de la endogamia política pasen desapercibidos ni que lo tengan más fácil con un clima de debate intenso sobre como cambiar para que todo siga igual. Creo que mi generación va a ahondar en ese ambiente de balsa de aceite laica. Un ideal que, visto lo que se avecina, con el integrismo religioso acampando a sus anchas por medio mundo, quizá sea nuestra mejor defensa.
A mi la lealtad de una caña en el bar me parece el principio del fin de los valores.
ResponderEliminarEs la ética tabernaria que nos ha llevado a la vergüenza...y al paro.