No he visto todavía Avatar, pero he dedicado el fin de semana a la familia Coppola y a mi querida amiga, que se recupera en el hospital de una reciente operación que me ha obligado a vencer mi aversión a los hospitales para pasar con ella un par de tardes. Me siento culpable por hacerla reir, ya que le tiraban los puntos cada vez que le venía una carcajada, pero creo que no le ha sentado mal. De lo que más nos hemos reído (bueno, nos reíamos los demás, ella sólo hacía muecas y se llevaba la mano a la herida) ha sido del descubrimiento que ha hecho en uno de sus paseos por el pasillo. Cuenta que uno de los armarios que usan las enfermeras para almacenar cosas estaba abierto, y dentro había un montón de ...., podrían disimular un poco. Le he dicho que vigile si falta algo especial durante el día. Así, si nota un sabor algo extraño en la carne que la sirvan de cena, ya sabrá a que se debe.
Esta semana, en Los Barrios, ha habido un Pleno Extraordinario y fuera del consistorio, he reflexionado un poco sobre lo implícito y lo explícito, comparando la anécdota del abucheo de los vecinos indignados por las inundaciones y de la policia provocados por la edil con El Padrino, que nos hemos chupado en alegre panzada de inactividad findesemanera por las incesantes lluvias. La mafia es el eufemismo a la enésima potencia. La alcaldesa que firmó el convenio, en cambio, es prosaica y no entiende de segundas intenciones. Los personajes de Mario Puzo sólo hablan de muerte y destrucción en términos crudos cuando están fuera de sí o la situación es desesperada. Si no, se dan un beso que lo dice todo o se lanzan una mirada mucho más despiadada que cualquier vocablo. A un Corleone jamás hubiera incumplido un convenio, para eso esta la familia, a los enemigos de mis amigos los convierto en mis enemigos, y a ese le temen.
Siguiendo con la panzada fílmica, nos hemos tragado Las vírgenes suicidas, con la atractiva Kristen Dunst, y me reafirmo en mi idea: La alcaldesa es una niña pija con preocupaciones de niña pija, es verdad, se sabe acercar tan bien a la anécdota y observa de una forma tan fascinada al pueblo que va a formar parte de los grandes relatos de Los Barrios, con personajes corales, tramas de enredadera y una foto. Escribe historias sobre sí misma, sobre su condición, y eso lo hace tan bien. Pese a que habla de mundos y seres ajenos al pueblo, podría activar el mecanismo de la empatía. A mí, al menos, me gusta El Padrino porque ahora estoy en horas bajas, muy sensible por varias razones, y es fácil convencerme. A ver si sigue enganchándome cuando me sienta cínico y duro. A ver qué tal se nos da Avatar.
Para concluir, y con riesgo de que me llaméis plasta infumable, reproduzco una conversación con mi amiga en el hospital:
- Ahora que estas a punto de irte, he de confesarte algo que no te había dicho: no me gustó El Padrino.
-¿Quéeeeeeeeee?
-Que no me gustó El Padrino. Hala, ya está, ya lo he dicho.
-¿Cómo no puede gustarte? ¡Es la obra perfecta!
-Para empezar, es larguísima, dura como seis horas o así.
-¿Cómo puedes decir eso? ¡Tiene un reparto espléndido! Robert Duvall, Rober DeNiro, Al Pacino...
-Sí, sí, unos actores excelentes, pero no lo soporto. Y esa escena de los sillones... ¿En qué idioma se supone que hablan?
"Las vírgenes suicidas" es de Sofía Coppola.
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