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jueves, 13 de mayo de 2010

LA EDAD IMPORTA

De pronto, he madurado. Al despertar, noté una presión en la nuca. Me palpé y me encontré en mi sofá. Mi nuca estaba incrustada entre los omóplatos, bien encajada.-Vaya, parece que al fin has sentado la cabeza -me dijo mi pade. Una sofá de verdad, para culos anchos y largas sentadas.No es el único cambio que he notado. De repente, he prestado atención a los anuncios de los bancos, y me he sorprendido diciendo: "Tengo que contratar un buen plan de pensiones". Me han venido otros pensamientos a la cabeza, como por ejemplo, hay que regular a los extranjeros, esta política de puertas abiertas va a acabar con la civilización occidental tal y como la hemos conocido; una cosa es que haya libertad de expresión, y otra muy distinta que todo el mundo pueda decir lo que le dé la gana; el rey es el garante de la democracia; qué barbaridad, esta juventud cada día va peor; con sacarina, por favor; en mis tiempos sí que se hacía buena música, no la que escuchan ahora; algún día aparecerán las armas de destrucción masiva de Sadam; estos de Intereconomía dicen verdades como puños, eso es lo que les jode a los sociatas, alegando que estamos viendo una avalancha de neoliberales alarmando a la población diciéndole que el sistema de pensiones no es sostenible y tiene que sufrir cambios profundos que significan, todos ellos, una disminución de las pensiones. Entre estos cambios se incluye el retraso obligatorio de la edad de jubilación de 65 a 67 años. La mayor justificación para esta medida es que la esperanza de vida de la población española ha crecido cuatro años.Por otra parte, este aumento de años de vida varía considerablemente según la clase social de la persona. España es uno de los países con mayores desigualdades sociales en el mundo desarrollado.
Otro argumento que se utiliza es que las personas de edad avanzada se jubilan antes y la juventud se incorpora tarde, con lo cual hay menos trabajadores con cuyas cotizaciones no se pueda sostener a los pensionistas. Tal argumento ignora tres hechos. Uno es que la prejubiliación es algo corregible y debería prohibirse, si un empresario quiere jubilar a sus trabajadores, debería ser la empresa la que absorbiera estos costes en su totalidad. Otro hecho es que el retraso de entrada en el mercado de trabajo por parte de los jóvenes se debe a que la mayoría están educándose, adquiriendo mayor conocimiento en las universidades y en los módulos profesionales, con lo cual, una vez que se integren en el mundo laboral, tendrán una mayor productividad, conseguirán mejores salarios y aportarán elevadas cotizaciones sociales. Lo cual me lleva al tercer hecho y que se olvida con excesiva frecuencia, es que España consumía hace 40 años la mitad del PIB en pensiones que en la actualidad, y ello no ha supuesto que tengan menos recursos. Todo lo contrario, tienen más, pues el tamaño de la tarta (el PIB) es mucho mayor.
Al descartar que la viabilidad de las pensiones no es un tema demográfico ni tampoco económico,por lo que se llega a la conclusión de que es una decisión banquero-político, para que puedan mantenerse en su estatus social.
Eran pensamientos que nunca había tenido. No los controlaba, y su continua ebullición, unida a la presión que del sofá ejercía sobre mi nuca, me han provocado una jaqueca espantosa. No encontraba explicación. Tengo treinta y pocos años, y ya no soy aquel chaval que perdía el tiempo emborrachándose en el Jaraje o dónde pillaba en ese momento y viendo pelis hasta las cuatro de la mañana. He madurado. Tendré que quemar mi colección de camisetas inapropiadas y aprender a peinarme con un peine de verdad. Y empezar a hablar en pasado. O en pretérito imperfecto, pues el presente de indicativo y el futuro me están prohibidos por mi médico. Sólo puedo agarrarme a los verbos conjugados en condicional o en modo subjuntivo, pero eso sólo lo hacen los que no quieren crecer,los inmaduros y los aventurados.
También se supone que debería recapitular y tener una enorme crisis de identidad. Debería llenar muchos folios repasando frustraciones y lamentando errores. O aprender a montar en moto, comprarme una y recorrer España, viviendo una pasión turca en cada pueblo, hasta que se me pasara la calentura y la mala hostia de la madurez sin asumir. Pero, ¿sabes una cosa? Me siento de puta madre, a pesar del sofá orejero que me machaca las cervicales.
No suelo celebrar nada y menos el Día de San Valentín o de las grandes superficies comerciales, porque soy un poco tacaño y así me ahorro las cañas a las que debería invitar a los colegas, pero creo que este año sí que voy a hacer algo. Crisis a mí.No voy a plantar ningún árbol, pero sí pienso brindar con la gente a la que quiero.

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